Las palabras no son talle ni medida
Para darle a los espacios la pulsión de las heridas.
Para eso está la música sagrada
Que acrecienta el sueño atroz de la poesía
Y el trueno de la voz de Schopenhauer
Impera convertido en otra clave.
Oh pensamiento difuso
Trágate el suelo en que hundes
Toda la faz de las cosas.
Oh pensamiento indeciso
Muérete o vive en los cardos.
Surja la música vana!
Surja siniestra y hermosa!
Que el mundo parezca una rosa
Y el hombre una dulce campana.
El tiempo se vuelve celeste
Resopla su nieve bastarda
Más todo concluye y lo inerte
Se vuelve materia constante.
Al caos le doy notas de sangre
De cuerdas que fueron rasgadas
Por muertes y soles gigantes.
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